martes, 26 de octubre de 2010

UNA PATRIOTA FIEL A LA CAUSA DE LA INDEPENDENCIA

Juana Velasco De Gallo vivía con su esposo Andrés Gallo En la hacienda de Toca, en Tunja, ambos de distinguidas familias del lugar. El día 7 de julio de 1819 esta familia recibió un coreo particular en el que se comunicaba que hacía dos días había llegado el Libertador Simón Bolívar con un ejército numeroso y necesitado de abastos, de comida, ropa y algunos otros estaban enfermos y sin caballos.

Al ver esto Doña Juana decidió entregar a sus dos hijos menores y a la mayoría de trabajadores de su hacienda, a algunos de sus caballos y al personal ´Zaino´, para que lo usaran en nombre de ella y de la patria. El libertados uso este caballo el día de la batalla del Pantano de Vargas.

El 5 de Agosto de 1819 llego el libertador a Tunja, ella lo recibió con una gran comida a la cual invito a muchas mujeres del pueblo, en esta pequeña reunión se entero que los soldados estaban escasos de ropa y decidió con ayuda de algunas mujeres y los sastres del pueblo confeccionar 2.000 camisas para el ejército y así abasteció a casi todo.

Por esto Simón Bolívar hizo una fiesta en homenaje a doña Juana y las sastres el 6 de Agosto de 1819 en las vísperas de la batalla de Boyacá, esta fiesta se hizo en la casa de los Holguín, hoy Club de Boyacá donde se había alojado la gran mayoría del Ejercito Libertador. En el siglo XX fue tradición el ´Baile De Gala´ en el Club Boyacá como recuerdo de la fiesta de los libertadores de la patria.

Doña Juana se destaco en la época junto a muchas otras mujeres por apoyar incondicionalmente la causa de La Independencia.
 

JUANA ESCOBAR

JUANA ESCOBAR



Sobre la vida y obra de Juanita Escobar existe muy poca información; sin embargo Pablo E. Forero en su libro “Heroínas olvidadas de la independencia” dice:
“….La gran mayoría de las mujeres patriotas, eran del pueblo. Del puro pueblo llano. Como Manuela Escobar, campesina boyacense y su hermana Juanita. Juana fue comisionada para servir de espía en los movimientos del general español Barreiro en los días anteriores a la batalla del Pantano de Vargas.

También llevaba mensajes que se aprendía de memoria a la división de retaguardia, en la cual venia el Libertador. En uno de esos viajes fue capturada por una patrulla española, la llevaron a presencia de Barreiro, quién la ofreció perdonarle la vida si le revelaba el sitio donde se hallaban los patriotas y su número. Ella no quiso decir nada. La llevaron a los Corrales de Gámeza en donde había treinta y siete llaneros de Santander, capturados por las avanzadas enemigas. Barreiro ordenó, que inclusive Juana Escobar, todos fuesen atados espalda con espalda. Luego, atravesados a lanzazos.

Dos días más tarde el ejército patriota hallaba a las victimas. Se dice, que hasta los veteranos lloraron a la vista de los alanceados, especialmente de la humilde Juana. El coronel y cura dominico Fray Ignacio Mariño, uno de los más temibles guerrilleros de la revolución, hizo las exequias de los sacrificados y juró vengarlos. No había chapetón que se le escapase vivo de entre las manos.”

El entierro se realizó en Corrales, porque el pueblo de Gámeza estaba prácticamente controlado y bajo el dominio y vigilancia del comandante Francisco González y era un acto de gran temeridad, en esos días, ponerse en manos del enemigo.

Sobre la Biografía, Julio Daniel Parra Caro en su monografía titulada "Corrales ante la historia" Homenaje en el año de su bicentenario, narra:

JUANA ESCOBAR nació y creció como una flor en el campo. Por sus atributos y dones personales, el destino la convirtió en la mujer útil y grande de la independencia. Por eso tan pronto como los primeros rayos de la luz tan promisoria alumbraron su tranquila y pastoril estancia, cuando oyó los primeros rumores de liberación, se transforma de inmediato en patriota activa, resuelta y abnegada.

Lo cierto es que Juanita Escobar, murió sin lugar a duda, el día 10 de julio de 1819 y manos cariñosas y amigas la llevaron al cementerio de Corrales, al antiguo cementerio, que quedaba junto al río, para darle allí honrosa y cristiana sepultura.

De todas maneras, a Corrales le corresponde el dolor y la gloria a la vez, de haber sido en su suelo, donde fue sacrificada la primera heroína boyacense, a raíz de haberse iniciado propiamente la guerra de independencia.

Juanita era ligeramente morena, más bien trigueña, su estatura, ni grande ni pequeña y en su conjunto físico, estaba maravillosamente conformada. Tendría entre 17 y 18 años. Su porte era desenvuelto y la silueta de su cuerpo seductor y perfecto, con un aire indescriptible de gracia y simpatía, que la distinguía de todas las muchachas del entorno.
Ojos negros, grandes, dulces y serenos como la superficie tranquila de un lago, soñadores, vivos y profundos, de un intenso fulgor romántico, enmarcados por cejas negras y tupidas y ribeteados por largas pestañas naturalmente encrespadas. El cabello intensamente negro, era abundante y lo mantenía siempre dividido en dos trenzas que le caían sobre la espalda y sobre las cuales acomodaba un ligero y vistoso nudo de cinta. La boca fina, dulce y bien proporcionada, delicada y hechicera, resguardaba siempre los sutiles labios de rosa, que aprisionaban dos hileras de dientes blancos y parejos.
Pero lo que más lucía y cautivaba eran los hoyuelos que se le formaban al reír, en cada una de las mejillas, irradiando bondad y simpatía incomparables.

Llevaba siempre los pies protegidos por alpargatas de fique amarrados con galones negros. Usaba faldas que le cubrían hasta debajo de las rodillas. Una blusa hecha con tela de la época, de manga corta y ligeramente descotada, rematando en un cuello bordado.

El primer bautismo de sangre, en Colombia, en las cruciales y azarosas etapas de la cruenta lucha, fue en Corrales. Así la crueldad española, escogió como victima, a una mujer, a una mujer campesina pero noble, joven, hermosa y extraordinariamente patriota.

http://corralesboyaca.galeon.com/album524709.html